Por A. Grandson
En su poema homenaje a Juan Rulfo, el escritor mexicano José Emilio Pacheco describe un lugar yermo: “¿Qué tierra es ésta? Ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol ni una raíz de nada. Los cerros apagados y como muertos (…) Aquí no llueve. A la gota caída por equivocación se la come la tierra y la desaparece en su sed”.
Utilizamos este atrevimiento poético para pensar en las efemérides sobre el cuidado del planeta. Pero también porque el fragmento expresa la forma en la que algunos lugares han devenido en páramos, consecuencia del cambio climático.
Las efemérides son un recordatorio de hacer algo según lo dicte la fecha: amar a la madre, quererse melosamente, “felicitar a las mujeres” (un error que sigue repitiéndose) y apagar las luces para mandar un mensaje global sobre la importancia de “cuidar la casa común”. ¿La consciencia depende de una fecha?
En Latam, ¿celebramos?
Para la ONU, “el Día Internacional de la Madre Tierra favorece la sensibilización sobre los problemas ambientales que ya amenazan el bienestar de la humanidad y promueve la participación de todos en actividades que tiendan al cuidado de la naturaleza y a la protección de los recursos naturales de nuestro planeta.”
Desde su creación, esta fecha ha sido crucial para promover cambios de hábitos en pro del desarrollo sustentable. Según la Organización de las Naciones Unidas, hoy en día más de mil millones de personas en 192 países participan en actividades relacionadas con la preservación ambiental durante esta efeméride.
La celebración de este día ha tenido importantes resultados a nivel global. Por ejemplo, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que fue adoptada en 1992 y entró en vigor en 1994, es un tratado internacional que busca estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a niveles que no afecten al clima. Esta convención ha sido ratificada por 197 países, incluyendo a México y la gran mayoría de los países de América Latina.
Según el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2020, varios países latinoamericanos se encuentran entre los líderes mundiales en la adaptación al cambio climático. Costa Rica, por ejemplo, ha establecido una política nacional de descarbonización y ha puesto en marcha planes para restaurar los bosques y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Chile ha implementado un impuesto al carbono y ha promovido la energía renovable a gran escala, mientras que Perú ha puesto en marcha iniciativas de conservación de agua y suelo. Estos países están demostrando que la adaptación al cambio climático es posible, incluso en medio de las dificultades.
En Brasil, la ciudad de São Paulo ha desarrollado un sistema de alerta temprana para las inundaciones y ha invertido en la construcción de infraestructuras resistentes al clima. Además, el país ha establecido un fondo de conservación de bosques para reducir la deforestación y ha implementado políticas para fomentar la agricultura sostenible. En Argentina, se ha lanzado el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático, que busca mejorar la capacidad de adaptación de las comunidades y reducir la vulnerabilidad de los sectores económicos más expuestos al cambio climático.
En México, el gobierno lanzó la Estrategia Nacional de Cambio Climático, que tiene como objetivo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover la adaptación al cambio climático en sectores clave como la agricultura, la energía y el transporte. Recientemente, también anunció su intención de desplegar más de 30 gigawatts adicionales de capacidad eólica, solar, geotérmica e hidroeléctrica combinada para el año 2030, alcanzando así una producción de más de 40 gigawatts de energía eólica y solar combinadas.
En el Caribe, Jamaica ha establecido un Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático y ha desarrollado programas para proteger la biodiversidad y reducir la vulnerabilidad de las comunidades costeras al aumento del nivel del mar.
En la región andina, la Alianza Climática Andina ha sido fundamental en la coordinación de políticas climáticas y la promoción de la energía renovable. Los países andinos han puesto en marcha iniciativas para adaptarse a la escasez de agua, proteger los ecosistemas de montaña y promover prácticas agrícolas sostenibles.
Sin embargo, algunos especialistas, entre ellos miembros del IPCC, alertan sobre el agravamiento de los impactos del cambio climático en la región, pero sobre todo la lentitud de los avances. Paola Arias, de la Universidad de Antioquia, dice que la adaptación al cambio climático en Latinoamérica ha sido muy deficiente debido a los niveles tan altos de desigualdad y de injusticia social, un grave problema que no enfrentan las grandes economías, que han logrado notables avances.
Las razones de la falta de avance en materia de adaptación en la región son múltiples. En su estudio Adaptación al cambio climático en América Latina y el Caribe, Graciela O. Magrin enlista algunas: financieras, técnicas, de gobernanza e institucionales, sociales y culturales.
Respecto del financiamiento, y para complicar más las cosas, el Acuerdo de París establece la necesidad de lograr un equilibrio entre los recursos financieros destinados a la adaptación y aquellos destinados a la mitigación, pero en la práctica este equilibrio aún no se ha alcanzado. A nivel global, entre 2011 y 2016, los flujos de financiamiento climático internacional destinados a la mitigación y provenientes de países desarrollados hacia economías en desarrollo oscilaron entre 8.8 y 24.1 mil millones de dólares estadounidenses, mientras que para el mismo período, los fondos destinados a la adaptación recibieron entre 2.6 y 5.1 mil millones de dólares.
A medida que nos aproximemos a las coyunturas decisivas de los años 2030 y 2050, el precio por adecuarnos a las circunstancias se elevará exponencialmente si no se adoptan las medidas necesarias ahora mismo.
“Invertir en nuestro planeta“
El lema del Día de la Tierra de este año 2023 es “Invertir en nuestro planeta“, el cual tiene como objetivo involucrar no solo a los gobiernos y empresas, sino también a todos los ciudadanos en la tarea de proteger y cuidar el medio ambiente. Las Naciones Unidas buscan un esfuerzo conjunto para conservar un planeta sostenible para las generaciones venideras, lo cual solo será posible mediante políticas y prácticas ambientalmente responsables y en armonía con el planeta.
Desde el sitio que cada quien ocupe es importante preguntarnos cómo apoyar políticas y acciones a nivel gubernamental y empresarial que fomenten la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y promuevan la transición a una economía más sostenible.
La conmemoración de este día posee un propósito noble y significativo: evocar en nosotros la reflexión profunda y genuina acerca de la magnitud y complejidad del tema que nos atañe, para que podamos aplicar toda nuestra inteligencia y voluntad en la búsqueda de soluciones sostenibles y duraderas.