Por Valeria Lozano
La COP28 concluyó con la aprobación de una declaración final que recoge algunos compromisos importantes para acelerar la transición hacia un futuro más verde y justo, pero también ha generado controversia y decepción entre algunos países y sectores.
Entre los logros destacados de la COP28 se encuentra el acuerdo sobre el fondo de pérdidas y daños, que busca compensar a los países más vulnerables por los impactos del cambio climático, y que contó con el apoyo financiero de varios países desarrollados, como Emiratos Árabes Unidos, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos y Japón.
También se celebró la declaración de los líderes sobre el sistema alimentario, que fue respaldada por 134 países que se comprometieron a transformar sus sistemas de producción y consumo de alimentos para reducir las emisiones y mejorar la seguridad alimentaria.
Asimismo, se anunciaron varios compromisos sectoriales y regionales para impulsar las energías renovables, la eficiencia energética, la movilidad sostenible, la protección de los océanos y la restauración de los ecosistemas. Por ejemplo, 117 países se comprometieron a triplicar la capacidad de energías renovables para 2030, y más de 120 países firmaron la declaración para situar la salud en el centro de la acción climática.
Quizá uno de los hitos de esta cumbre fue el acuerdo firmado por 60 naciones para reducir los impactos de la industria de la refrigeración y aire acondicionado, pues es responsable del 7 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, la COP28 también dejó varios asuntos pendientes y generó críticas por parte de algunos países, organizaciones y activistas, que consideraron que la declaración final era insuficiente e inconsistente con la urgencia y la ambición que requiere la crisis climática. Para variar, uno de los puntos más polémicos fue el relativo a los combustibles fósiles, que son la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero. El texto final solo menciona la necesidad de una «reducción gradual» de estos combustibles, en lugar de una «eliminación progresiva», como habían pedido muchos países y expertos.
Este retroceso tiene como fondo las recientes declaraciones del presidente de la COP, pues dijo que la ciencia no respalda que la eliminación progresiva de los combustibles fósiles sea la solución para limitar el calentamiento global a 1.5 ºC.
Por otro lado, la declaración final de esta COP no incluye objetivos concretos ni plazos para alcanzar la neutralidad de carbono, ni tampoco establece mecanismos de seguimiento y rendición de cuentas para garantizar el cumplimiento de los compromisos adquiridos. Tampoco se logró un acuerdo sobre el mercado de carbono, que quedó postergado para la próxima COP29, que se celebrará en Azerbaiyán en 2024.
Entre las voces críticas de la COP28 se encuentran las de los líderes de algunos países en desarrollo y de pequeñas islas, que reclamaron más apoyo financiero y tecnológico para adaptarse al cambio climático y mitigar sus efectos. También se expresaron las de los representantes de la sociedad civil, los pueblos indígenas, los jóvenes y las mujeres, que denunciaron la falta de participación e inclusión en el proceso de negociación. Así mismo, se escucharon las de los científicos y los expertos, que advirtieron que los actuales planes nacionales de reducción de emisiones son insuficientes para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados, como establece el Acuerdo de París.
En cuanto a los países más comprometidos y los menos comprometidos con la COP28, se podría decir que hubo una gran diversidad de posiciones y de niveles de ambición, que reflejan las diferentes realidades y capacidades de cada país. No obstante, destaca el papel de la Unión Europea, que se mostró como uno de los bloques más proactivos y constructivos en la cumbre, defendiendo una visión integral y coherente de la acción climática, basada en la ciencia y en la justicia. También resalta el liderazgo de algunos países pequeños y vulnerables, como Costa Rica, Fiji o las Maldivas, que abogaron por una mayor solidaridad y cooperación internacional, y que dieron ejemplo con sus propias iniciativas y planes climáticos.
En Latinoamérica destacó Colombia, con un llamado fuerte a los países ricos por su clara contribución a la crisis climática.
Algunos países grandes y emergentes, como China, Rusia, Estados Unidos, India y Brasil se resistieron a asumir compromisos más ambiciosos y pusieron condiciones y obstáculos a algunos aspectos de la negociación. También se podría mencionar la posición de algunos países productores de petróleo y gas, como Arabia Saudita, Rusia y Emiratos Árabes Unidos, que intentaron diluir o retrasar la transición hacia una economía baja en carbono, y que fueron cuestionados por su credibilidad y su coherencia.
La COP28 ha supuesto un avance en la acción climática global, pero también ha evidenciado las dificultades y los desafíos que aún quedan por resolver para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París y evitar los peores escenarios del cambio climático. Y de esto ya sabemos mucho.
Sobre los compromisos de México, destacan los siguientes:
- Ratificar su compromiso en favor de un planeta más sostenible y promover una acción climática ambiciosa, justa y socialmente responsable.
- Fortalecer la adaptación global y buscar un objetivo global de adaptación centrado en personas y ecosistemas.
- Resaltar la importancia de una transición justa y el respeto a los derechos humanos.
- Apoyar la declaración de los líderes sobre el sistema alimentario.
- Participar en el acuerdo sobre el fondo de pérdidas y daños.
- Orientar su plan hacia el cumplimiento de los compromisos establecidos en la “Contribución determinada a nivel nacional 2022” con la mirada puesta hacia la consecución de un escenario de emisiones netas cero para el año 2060, además de una eliminación gradual del combustible fósil.