
El síndrome de la línea base cambiante es un fenómeno psicológico que ocurre cuando las personas adaptan su percepción de lo que es «normal» según el entorno en el que crecieron, sin tener en cuenta los cambios ambientales que ocurrieron antes.
Como resultado, cada generación percibe como aceptable un nivel de degradación mayor, sin cuestionar la pérdida de biodiversidad, la contaminación o el cambio climático que ya ha ocurrido. Este síndrome afecta tanto a comunidades locales como a responsables de políticas públicas, quienes, al no tener una referencia clara del estado original de los ecosistemas, subestiman los daños reales y, por ende, las acciones necesarias para revertirlos.
Ejemplos de esto incluyen la pérdida de cobertura forestal, la disminución de especies marinas y el deterioro de la calidad del aire, fenómenos que se perciben como “naturales” porque han estado presentes durante toda la vida de una persona.
El papel de la memoria colectiva en la conservación
La pérdida de referentes históricos impide que las sociedades reconozcan el verdadero estado de deterioro ambiental. Si las generaciones actuales no tienen acceso a información sobre cómo eran los ecosistemas décadas atrás, difícilmente podrán dimensionar cuánto se ha perdido o qué se necesita recuperar.
El 83% de la superficie terrestre ha sido modificada por actividades humanas.
Reforzar la memoria colectiva a través de la educación ambiental, materiales visuales comparativos, archivos históricos y testimonios comunitarios puede ser una herramienta poderosa para reconectar con lo que antes existía. Así, se pueden establecer metas de restauración más ambiciosas y exigentes.
El síndrome de la línea base cambiante reduce la urgencia y la ambición climática
Este fenómeno contribuye a una peligrosa resignación ambiental. Si los niveles actuales de deterioro se asumen como el estándar, entonces las metas de restauración y conservación también serán menos ambiciosas. Según Earth.org, el 83% de la superficie terrestre ha sido alterada por actividades humanas, pero muchas personas no son conscientes de ello porque no conocen cómo eran esos ecosistemas décadas atrás.
En 50 años, el planeta ha perdido un 69% de sus poblaciones de vida silvestre.
Recordar para restaurar
No podemos proteger lo que no recordamos. Si permitimos que las nuevas generaciones crezcan sin una idea clara de lo que era un ecosistema sano, estaremos reduciendo las posibilidades de recuperación ambiental a futuro. Reconocer el síndrome de la línea base cambiante es un paso crucial para aumentar la ambición climática, exigir soluciones más robustas y mantener viva la memoria de un planeta más biodiverso, más limpio y más justo.