Lluvias y escasez hídrica: desafío y oportunidad

La Ciudad de México, al igual que otras grandes urbes del mundo, enfrenta una situación compleja cuando llega la temporada de lluvias. Por un lado, las precipitaciones intensas generan encharcamientos e inundaciones. Por otro, la escasez de agua potable persiste como un reto estructural que afecta a sus habitantes. Esta paradoja evidencia la necesidad urgente de repensar cómo se gestiona y valora el recurso hídrico más esencial: el agua, particularmente la de lluvia.
La dualidad del agua: escasez y exceso
La crisis hídrica, que empieza a afectar a diversas regiones del planeta, se agudiza con fuentes de agua superficial y subterránea que, en ocasiones, ya no son aptas para el consumo humano debido a la contaminación o la escasez. Paralelamente, el exceso de escurrimientos torrenciales satura los sistemas de drenaje urbanos, lo que deriva en inundaciones. El crecimiento descontrolado de las ciudades ha provocado la impermeabilización de grandes superficies que antes permitían la infiltración natural del agua al subsuelo. Así mismo, la mezcla de aguas pluviales con aguas negras ha incrementado el volumen que fluye por los sistemas de drenaje.
Aunque las lluvias intensas son un fenómeno común entre mayo y octubre en la Ciudad de México, su impacto recurrente en la movilidad y la infraestructura de desagüe representa un desafío constante. Expertos en la materia señalan que los desastres asociados a las lluvias no son únicamente consecuencia de la intensidad del fenómeno, sino también de un contexto de vulnerabilidad y falta de preparación. Se ha registrado que las precipitaciones extremas han aumentado su frecuencia en la capital, pasando de menos de 10 al año en el siglo XX a más de 25 en el siglo XXI, un fenómeno vinculado directamente con la urbanización acelerada y el cambio climático.
cada temporada de lluvias, aproximadamente 1,000 millones de metros cúbicos de agua de lluvia terminan directamente en los drenajes de la Ciudad de México
Cosecha de lluvias: una solución subutilizada
Ante los desafíos hídricos urbanos, los sistemas de captación de agua de lluvia (SCALL) emergen como una oportunidad para proteger la calidad y cantidad de este recurso. Estos sistemas contribuyen a reducir el exceso de escurrimientos urbanos, la contaminación, la erosión y las inundaciones, al tiempo que abastecen a las comunidades. Aunque históricamente subestimada, la práctica de la cosecha de agua se está reevaluando como una estrategia que a largo plazo y bien implementada puede ayudar a disminuir la escasez de agua.
El agua de lluvia es la fuente primaria que alimenta ríos, lagos y acuíferos subterráneos, pero ha sido desaprovechada en gran medida. Los beneficios de los SCALL son múltiples: proporcionan una fuente de agua autosuficiente y cercana al usuario, reducen la necesidad y el costo de bombear agua del subsuelo, ofrecen agua de alta calidad y baja en minerales, y, en su forma pasiva, ayudan a realimentar los mantos acuíferos.
Es importante considerar que no toda el agua utilizada en actividades domésticas, como la limpieza, el uso de inodoros o la jardinería, requiere la calidad del agua potable. La implementación de estos sistemas a gran escala podría generar un ahorro significativo y contribuir a mitigar la crisis hídrica.
Más del 90% del agua de lluvia que podría ser captada se desperdicia debido a la falta de planeación e infraestructura, llegando solo el 10% a los sistemas ahorradores urbanos.
El potencial transformador de la captación de lluvias
Los SCALL se dividen en dos tipos: activos y pasivos. Los activos recolectan, filtran y almacenan el agua mediante bombas y filtros. Los pasivos no utilizan mecanismos complejos y permiten que el agua se infiltre de manera natural en el suelo, lo que los hace accesibles y económicos.
Un sistema SCALL incluye las siguientes fases:
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Captación: superficie impermeable como techos o pavimento.
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Transporte: canaletas y bajantes que dirigen el agua.
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Primer filtrado: retiene contaminantes al inicio de la tormenta.
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Almacenaje: tanques o cisternas para guardar el agua.
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Distribución: lleva el agua a su punto de uso.
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Purificación: en caso de consumo humano, incluye filtros y desinfección.
Para que funcione correctamente, cada parte del sistema debe instalarse con precisión y mantenerse de forma continua. Esto evita obstrucciones y posibles contaminaciones.
De la Conciencia a la Acción Colectiva
El agua de lluvia es una opción excelente y esencial para sustituir las costosas acciones actuales de obtención de agua y para abastecer a la población. La cosecha y reutilización de este recurso no solo contribuye a la ecología y a hogares más sustentables, sino que también es un acto de conciencia y respeto hacia la naturaleza, fundamental para minimizar nuestra huella hídrica.
Es imperativo reconocer el valor del agua de lluvia como la fuente primaria de nuestro suministro y hacer uso de ella de manera inteligente y eficiente. Acciones individuales y colectivas, como mantener limpias coladeras, azoteas y desagües, monitorear los reportes meteorológicos y evitar cruzar zonas encharcadas, son clave para reducir riesgos y construir comunidades más resilientes ante fenómenos climáticos cada vez más intensos.