¿De verdad necesitas más ropa?

Por Valeria Lozano

El mundo del fast fashion ha transformado no solo la industria de la moda sino también la forma en que los consumidores perciben y adquieren ropa. A través de la producción masiva de prendas de vestir a bajo costo, el fast fashion ha democratizado el acceso a las tendencias de moda, permitiendo a un mayor número de personas vestir lo último en tendencia sin necesidad de invertir grandes sumas de dinero. Sin embargo, esta accesibilidad viene con un costo oculto significativamente alto para el medio ambiente, especialmente en términos de la huella de carbono generada por esta industria.

Este modelo de negocio, que promueve la producción y consumo acelerado de prendas a precios bajos, incurre en serias repercusiones ambientales desde la extracción de materias primas hasta el descarte de los productos.

Impacto ambiental

La industria de la moda es uno de los sectores más contaminantes del mundo; se estima que es responsable de aproximadamente el 10 % de las emisiones globales de carbono. El fast fashion, con su ciclo de producción y consumo acelerado, contribuye sustancialmente a este impacto. La rápida rotación de colecciones implica una producción constante, lo que conlleva un uso intensivo de recursos naturales y energía, así como la generación de desechos textiles en cantidades alarmantes.

La industria de la moda es responsable de aproximadamente el 10 % de las emisiones globales de carbono

Este sector emite 1.2 mil millones de toneladas de emisiones de carbono cada año, una cifra que supera las emisiones combinadas de los viajes aéreos internacionales y el transporte marítimo. Uno de los factores más críticos de este impacto es la enorme cantidad de recursos que se requiere para producir las prendas, incluyendo el uso intensivo de agua para el cultivo de algodón, que puede requerir entre 10 mil y 20 mil litros de agua por kilogramo de algodón, y el tratamiento de los tejidos, que es una fuente significativa de aguas residuales globales​​​​.

Producción y desperdicio

La producción de textiles para el fast fashion implica un consumo masivo de agua, energía y la emisión de gases de efecto invernadero. El cultivo de algodón, uno de los materiales más utilizados en la confección de ropa, es particularmente intensivo en agua y pesticidas. Además, los procesos de teñido y acabado de textiles son grandes fuentes de contaminación del agua. La energía necesaria para la manufactura y el transporte de estas prendas a nivel mundial amplifica aún más su huella de carbono.

En términos de producción, la moda rápida ha duplicado su output en las últimas dos décadas, pasando de producir 50 mil millones de nuevas prendas en el año 2000 a 100 mil millones en 2020. Este incremento en la producción se acompaña de una disminución en la utilización de las prendas, con un tercio de las mujeres jóvenes considerando que una prenda se vuelve “vieja” después de ser usada una o dos veces, lo que contribuye al ciclo de sobreconsumo y desecho. Esta cultura del descarte tiene consecuencias directas en el aumento de residuos textiles, con el Reino Unido enviando 300 mil toneladas de ropa a vertederos cada año, un problema que se agrava por la percepción de que la ropa es desechable debido a su bajo coste y calidad​​​​.

Soluciones y alternativas

Frente a este panorama, tanto consumidores como empresas están buscando alternativas más sostenibles. La moda sostenible, que aboga por prácticas de producción y consumo éticas y ambientalmente responsables, está ganando terreno. Iniciativas como el reciclaje de ropa, la moda de segunda mano, el alquiler de prendas y la inversión en calidad sobre cantidad buscan reducir el impacto ambiental de vestir a la moda.

Las empresas de fast fashion también están tomando medidas, como el uso de materiales reciclados y la implementación de programas de recogida de ropa. 

La moda sostenible, que aboga por prácticas de producción y consumo éticas y ambientalmente responsables, está ganando terreno

Además, la transformación hacia una economía circular en la industria textil es clave para reducir la huella de carbono, con ejemplos como Patagonia, que ha adoptado principios de economía circular para producir prendas más sostenibles​​. O como Adriana Santanocito y Enrica Arena (ambas italianas), que convirtieron los desechos cítricos en tejidos.

También la mundial H&M, que realiza inversiones en plataformas de reciclaje de ropa para crear nueva materia prima a partir de prendas usadas.

O el ejemplo que hemos documentado en Net Zero Community, de Marves, que ha desarrollado una economía circular única a partir de ropa que se convierte luego en materiales útiles para la construcción.

A nivel internacional, se están llevando a cabo esfuerzos para coordinar políticas que promuevan la sostenibilidad en la moda. En 2028, más de 90 marcas  firmaron la Carta de la Industria de la Moda para la Acción Climática, en donde se comprometían a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 30 % para 2030.

Hay iniciativas de alto impacto, como Fashion Revolution, que nació a partir del desastre de Rana Plaza en 2013 (donde murieron 1 mil 230 personas en Bangladesh por un edificio que colapsó), y cuya misión es fomentar una industria de la moda global que conserva y restaura el medio ambiente y valora a las personas por encima del crecimiento y las ganancias.

A pesar de ejemplares proyectos mundiales, es necesario un cambio más significativo en la mentalidad de los consumidores y en las prácticas de producción para enfrentar efectivamente el impacto medioambiental de la moda rápida. La transición hacia fuentes de energía renovable en la producción, la reducción del uso de materiales sintéticos como el poliéster y el fomento de comportamientos de consumo más responsables son pasos cruciales para lograr este objetivo​​​​​​.

Es necesario un cambio más significativo en la mentalidad de los consumidores y en las prácticas de producción para enfrentar efectivamente el impacto medioambiental de la moda rápida

El llamado es claro: para mitigar el impacto ambiental de la moda rápida, se requiere una acción conjunta de la industria, los consumidores y los gobiernos, enfocándose en prácticas sostenibles de producción y consumo, así como en la adopción de políticas que apoyen una transición hacia la sostenibilidad en el sector.

 

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