Por A. Grandson
El secretario General de la ONU, António Guterres, afirma que sería hasta los años 2300 que se logrará ver la igualdad de género. “Estamos en el ecuador del plazo previsto para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que finaliza en 2030, y corremos serios riesgos de no alcanzarlos. A este ritmo, nos tomará casi 300 años lograr la igualdad de género. Las mejoras en materia de salud materna y acceso a la planificación familiar han avanzado con una lentitud pasmosa”, alertó.
La alarmante data que da Guterres se suma a la estrecha relación que guardan el cambio climático y la desigualdad de género. El cambio climático afecta de manera desproporcionada a las mujeres, especialmente a las más pobres y marginadas, que dependen de los recursos naturales para su subsistencia y que tienen menos capacidad de adaptación y resiliencia. Al mismo tiempo, las mujeres son agentes clave para la mitigación y la adaptación al cambio climático, ya que poseen conocimientos, habilidades y experiencias valiosas para enfrentar los desafíos ambientales. Sin embargo, su potencial se ve limitado por las barreras estructurales que impiden su participación plena y efectiva en la toma de decisiones, el acceso a los recursos y el control sobre ellos, y el disfrute de sus derechos humanos.
Para abordar esta situación, es necesario integrar la perspectiva de género en todas las políticas, planes y acciones relacionados con el cambio climático, tanto a nivel nacional como internacional. Esto implica reconocer las diferentes necesidades, roles e intereses de las mujeres y los hombres, así como sus contribuciones y capacidades para hacer frente al cambio climático. También implica promover la igualdad de oportunidades y el empoderamiento de las mujeres como actoras clave para el desarrollo sostenible.
TENEMOS LOS INSTRUMENTOS, PERO NO LA VOLUNTAD
Existen varios instrumentos normativos que respaldan esta visión, tanto en el ámbito global como regional. El Acuerdo de París (uno de los más sombríos de la historia) reconoce la importancia de garantizar la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres como principios transversales para la acción climática. Asimismo, establece que las partes deben respetar, promover y considerar sus respectivas obligaciones en materia de derechos humanos, incluidos los derechos de las mujeres, al adoptar medidas para abordar el cambio climático.
El Plan de Acción de Género de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), adoptado en 2019, proporciona un marco para mejorar la implementación del Acuerdo de París con un enfoque de género, mediante el fortalecimiento de las capacidades, el aumento de la participación y el acceso a los recursos financieros y tecnológicos para las mujeres.
A nivel regional, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ofrecen una hoja de ruta integral para avanzar hacia un desarrollo equitativo e inclusivo que tenga en cuenta el cambio climático y la igualdad de género. El ODS 13 se centra en adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos, mientras que el ODS 5 se enfoca en lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas. Ambos objetivos están interrelacionados y se refuerzan mutuamente, ya que no se puede alcanzar uno sin el otro.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha elaborado una propuesta de indicadores para medir el progreso hacia estos objetivos desde una perspectiva integrada.
Otro instrumento relevante es el Principio 10 de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, que establece que el acceso a la información ambiental, la participación pública en la toma de decisiones ambientales y el acceso a la justicia ambiental son derechos fundamentales para garantizar un desarrollo sostenible. En 2018, 24 países de América Latina y el Caribe adoptaron el Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales (Acuerdo de Escazú), que es el primer tratado vinculante sobre estos temas en la región y el primero en incluir disposiciones específicas sobre los derechos de las personas o grupos en situación de vulnerabilidad, incluidas las mujeres.
Estos instrumentos normativos brindan una oportunidad única para avanzar hacia una mayor igualdad de género y una mayor acción climática en América Latina y el Caribe. Sin embargo, su implementación efectiva requiere del compromiso político, la coordinación intersectorial, la movilización de recursos, el fortalecimiento de capacidades y la generación de conocimiento y datos desagregados por sexo. También requiere de la participación activa y el liderazgo de las mujeres, en su diversidad, en todos los niveles y espacios de decisión, así como el reconocimiento y el apoyo a sus iniciativas y propuestas para enfrentar el cambio climático.
En este sentido, es fundamental el rol de los mecanismos para el adelanto de las mujeres (MAM), que son los dispositivos institucionales para dirigir y coordinar las políticas de igualdad de género en los Estados de América Latina y el Caribe. Los MAM pueden contribuir a integrar la perspectiva de género en los instrumentos de política pública relacionados con el cambio climático, así como en las acciones de mitigación y adaptación que se llevan a cabo en el ámbito nacional. También pueden involucrarse de manera más activa y ejercer un rol de liderazgo transformador en los procesos de respuesta al cambio climático tanto en el ámbito nacional como internacional.
Para ello, es necesario que los MAM cuenten con los recursos humanos, técnicos y financieros adecuados, así como con el apoyo político e institucional necesario. Asimismo, es necesario que los MAM establezcan alianzas estratégicas con otros actores relevantes, como los ministerios de ambiente, energía, agricultura y otros sectores clave para la acción climática, así como con las organizaciones de la sociedad civil, especialmente las organizaciones de mujeres y feministas, que tienen una amplia experiencia y conocimiento sobre estos temas.
La CEPAL, a través de su División de Asuntos de Género, ha elaborado una publicación titulada La igualdad de género ante el cambio climático: ¿qué pueden hacer los mecanismos para el adelanto de las mujeres de América Latina y el Caribe?, que ofrece una serie de recomendaciones para que los MAM puedan avanzar en la integración de la perspectiva de género en los instrumentos de política pública, así como en las acciones de implementación frente al cambio climático. Estas recomendaciones se agrupan en seis áreas prioritarias: marco normativo, producción de conocimiento, datos y estadísticas, fortalecimiento y desarrollo de capacidades, representación y participación paritaria, financiamiento y movilización de recursos e implementación.
Esta publicación se basa en el análisis de las experiencias y buenas prácticas que han desarrollado algunos países de la región en materia de género y cambio climático, así como en los aportes y sugerencias recabados durante un taller regional organizado por la CEPAL en octubre de 2020, con la participación de representantes de los MAM y otros actores clave. El objetivo es brindar un insumo útil para que los MAM puedan fortalecer su rol como entes rectores o gestores de las políticas públicas en favor de la igualdad de género y la autonomía de las mujeres frente al cambio climático.
La igualdad de género y el cambio climático son dos desafíos globales que requieren una respuesta colectiva e integral. Solo así podremos construir un desarrollo sostenible equitativo e inclusivo que garantice el bienestar y los derechos humanos de todas las personas, especialmente de las más vulnerables. Las mujeres son parte esencial de esta respuesta y deben ser reconocidas como sujetas políticas con voz y voto en todos los ámbitos relacionados con el cambio climático. Los mecanismos para el adelanto de las mujeres tienen un papel fundamental para lograr este objetivo.
Las luchas feministas de los últimos años también han sido un faro, pues renuevan la discusión y visibilizan el rol de las mujeres y la desigualdad sistemática. Esta perspectiva de la ONU es una afrenta para nosotros como civilización, pues resulta paradójico que los avances tecnológicos hayan llegado a un puerto tan lejano, pero en nuestra “inteligencia” como especie no hayamos podido eliminar una aberración estructural como histórica: la inequidad.