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Huracanes y cambio climático: Destrucción y desafíos futuros

El cambio climático se manifiesta con temperaturas extremas, lluvias inusuales y derretimiento de glaciares. En este contexto, los huracanes se vuelven más destructivos. La quema de combustibles fósiles altera el equilibrio energético del planeta, generando gases de efecto invernadero como el CO2, cuya concentración ha alcanzado niveles sin precedentes. Esto sobrecarga el sistema climático con energía adicional, elevando la temperatura del aire y los océanos, que absorben hasta el 90% del calor excedente. 

El calentamiento global potencia la frecuencia e intensidad de los huracanes

El aumento de las temperaturas oceánicas impulsa tormentas más intensas, duplicando la probabilidad de “intensificación rápida”. Los huracanes requieren al menos 27 °C para formarse, pero las aguas del Atlántico y el Caribe han alcanzado los 30 °C. Ejemplos como Beryl y Milton, que alcanzaron categoría 5 en poco tiempo, ilustran esta tendencia. Según Yale e Imperial College, los vientos de los huracanes han aumentado un 10%. Si bien un 10% puede sonar modesto, su impacto es exponencial: los daños causados por los huracanes se duplican aproximadamente con este incremento en la velocidad del viento

Estos fenómenos ahora ocurren al inicio de la temporada. En 2024 ya hubo dos huracanes categoría 5, un hecho inusual. Aunque un aumento pequeño de velocidad en los vientos puede parecer menor, multiplica el daño. Por ejemplo, un huracán de categoría 2 con vientos de 161 km/h puede causar diez veces más daños que uno de categoría 1. Se estima que casi la mitad de los daños provocados por Helene y Milton se atribuyen al cambio climático, incluyendo marejadas, inundaciones y tornados.

La escala Saffir-Simpson podría ser insuficiente ante huracanes más fuertes. Otis, que devastó Acapulco en 2023, intensificó su fuerza en pocas horas. En los huracanes más peligrosos, el agua representa el mayor riesgo debido al aumento de lluvias. Por ello, algunos científicos proponen una Categoría 6 para tormentas con vientos de 310 km/h o más.

El huracán Milton, tras desarrollarse en el Golfo de México, se convirtió en uno de los huracanes más feroces de la región en cuatro días, llegando a categoría 5. De domingo a lunes, la velocidad del viento de la tormenta aumentó de 97 km/h a 290 km/h, resultando en una de las más fuertes en décadas.

Las olas de calor marinas como nuevo catalizador de la intensificación

 Las olas de calor marinas, con aumentos anómalos de temperatura de 3 a 4 °C durante al menos cinco días, son ahora cinco veces más frecuentes y casi cinco veces más intensas desde 1982. En 2023 y 2024, los océanos registraron hasta 240% más días con estas olas, lo que influye directamente en la intensificación de huracanes. Un estudio de EOS reveló que estas olas aumentan un 50% la probabilidad de intensificación rápida, especialmente en el Golfo de México y el noroeste del Caribe. El Dr. Alejandro Jaramillo de la UNAM explicó que durante el huracán Otis, las temperaturas del mar cerca de Guerrero superaron los 30 °C, lo que favoreció su rápida intensificación. Estas olas se han convertido en una variable clave para comprender y anticipar huracanes más agresivos.

En 2023 y 2024, los océanos experimentaron hasta un 240 % más días con olas de calor respecto a los promedios históricos.

Una advertencia que no podemos ignorar

Los fenómenos meteorológicos recientes confirman que el sistema climático está cambiando y nos enfrentamos a un escenario sin precedentes. La energía térmica que añadimos a la atmósfera recarga peligrosamente el sistema climático, amenazan ecosistemas, agricultura, agua y millones de vidas.

Es fundamental fortalecer los sistemas de monitoreo y alerta temprana, ajustar los modelos meteorológicos e incluir factores como las olas de calor marinas. También es crucial capacitar a la población y preparar planes de evacuación y respuesta. La creciente amenaza de huracanes más destructivos exige una acción global urgente: cambiar nuestra relación con el medio ambiente, implementar políticas más estrictas y apostar por tecnologías avanzadas de monitoreo. Al mismo tiempo, debemos reforzar nuestras capacidades de adaptación ante fenómenos cada vez más extremos.

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